¿Nos estamos eco-obsesionando?
Los hoteles Affinia de Nueva York ofrecen a todos los huéspedes que se alojen en sus habitaciones con cocina la posibilidad de recibir verdura y fruta fresca en el cuarto.
La noción es magnífica. Engancha con una macrotendencia social que está asentada en Nueva York y en los corazones y despensas de muchos viajeros. Comer alimentos frescos es lo más anticuado del mundo aunque hoy está revestido de un prurito de contemporaneidad y sí, lo decimos, de hipsterío. también, la hipótesis dice que permite ahorrar dinero al promover cenar en el hotel.
Esta ecocaja (con yogurt, vino eco, verduras y frutas de temporadas, patatas fritas además orgánicas) nos sirve de pretexto para lanzar preguntas sin contestación, ese acción cobarde.
– ¿No podemos pasar tres días sin comer eco?
– ¿No es más fascinante, ya que estamos en Nueva York, bajar al mercado de Union Square, a Whose Foods o incluso al deli a departir con los lugareños?
– ¿Tenemos que hacer un puré de verduras si vamos a Manhattan? Los padres con niños quizás sí, ellos mandan, en ese caso, volvemos al calceta 2. Pero el residuo del mundo: ¿tiene que pochar una cebolla arrancada el día antes todo-el-tiempo?
– ¿Hay que repetir en los hoteles, de forma matemática, los hábitos que seguimos en nuestras casas?
Dicho esto, nos parece loable, snob e instagramable la posibilidad de que llamen a la puerta de el cuarto y aparezca una cesta de fruta y verdura, pero, en serio: ¿la necesitamos?